jueves, 10 de octubre de 2013

Una invitación muy especial

       Hace algunos días recibí una invitación que me puso muy contenta ya que representa otra oportunidad de participar en un evento con los demás finalistas del concurso ¿Qué estas leyendo? (2012), considerando que al anterior no pude concurrir.

       En esta oportunidad participaré de la apertura del 6to. Foro de Lenguas de ANEP, el mismo será en el Instituto de Perfeccionamiento y Estudios Superiores del CFE. Dicho evento tendrá lugar mañana 11 de octubre a las 18 horas.
¡Nos veremos allá! :-)




jueves, 3 de octubre de 2013

¿Sueño o realidad?



A las 11:30 p.m, decidí acostarme, ya que, además de estar cansada por haber estudiado tanto para las pruebas, al otro día debía levantarme temprano. Guardé los cuadernos y me dirigí a mi habitación.
Apenas apoyé la cabeza en la almohada, sonó el timbre. Su sonido era diferente, o al menos yo lo escuchaba distinto. En el día, cuando la luz del sol lo ilumina todo con sus delicados rayos, parece sonar con una melodía agradable, hasta dulce. Pero, durante la noche, cuando todo se encuentra envuelto en las oscuras e impenetrables sombras, cuando rompe el silencio y la tranquilidad nocturna, se torna lúgubre, perturbador. En otras palabras, hace que se te pongan los pelos de punta. No le di importancia y cerré los ojos, decidida a dormir. Pero el silencio se vio nuevamente quebrantado por el sonar del timbre. Esta vez me levanté. Fui hasta la habitación de mis padres, quienes dormían plácidamente, como si el sonido del timbre fuera imperceptible para sus oídos. Me dirigí hacia la puerta y miré por el visor. Además de sombras, no pude ver nada, ya que la luz de la calle estaba apagada. Ni rastro de la persona que tocó el timbre. Volví a mi habitación, en vano, ya que el timbre volvió a sorprenderme. Decidida a averiguar quién era el gracioso, me encaminé nuevamente a la puerta. Al llegar a esta, tomé las llaves y la abrí. Dí un paso hacia afuera. Miré hacia todos lados, pero no vi a nadie. Muy confundida y cansada, me dispuse a volver a la casa, pero algo me detuvo. Una mano me tapó la boca, y pronto me vi siendo arrastrada hacia la calle. El temor que sentí se convirtió en rabia al no poder soltarme, y comencé a golpear con fuerza a quien me impedía escapar.
-¡Basta! ¡Quédate quieta! ¡No te haré daño!
La voz era de un chico.
Seguí luchando hasta que la rabia se transformó en impotencia y las lágrimas comenzaron a surcar mi rostro. Me rendí. Él era muy fuerte, jamás lograría soltarme.
-Tranquila- dijo, acercándose a mi oído-. Prométeme que si te suelto no gritarás ni intentarás escapar.
Asentí con la cabeza, y él fue soltándome lentamente. Me volví a verlo, aunque no vi mucho, por la oscuridad que nos envolvía. Con una mano me quitó el pelo de la cara, mientras que con la otra me secaba las lágrimas.
-¿Quién eres?- pregunté, con voz entrecortada.
-Espera.- respondió.
Buscó algo en lo que parecía una mochila. Luego de revolver un rato, sacó algo. Me apuntó con el objeto, haciendo que un escalofrío me recorriera el cuerpo. ¿Iba a dispararme?
 -Relájate- me dijo, sonriendo-. Es solo una linterna. Tómala, yo tengo otra.
 La tomé y la encendí, alumbrándolo. Su mirada se clavó en mí. Era alto, castaño, de ojos marrones. Era lindo.
-No has respondido mi pregunta.- repliqué.
-Eso... prefiero no decirte mi nombre.- sonrió.
Era obvio. Si un tipo viene a matarte no te dirá su nombre, no tiene sentido.
-Bien... chico sin nombre- sonreí-, yo me llamo...
-Mayra.- dijo, aún sonriendo.
-¿Cómo lo sabes?- pregunté, extrañada.
-Sé todo de ti, May.
¿May? Solo mis amigos me dicen así.
-Eso no es posible, nunca te he visto.
 -Bueno, amas leer, cantar, te gusta una banda llamada One Direction, odias que tu madre te diga qué hacer, ya sabes qué profesión seguir, sueñas con terminar tu carrera y viajar, conocer otros lugares del mundo. También sé que a los 8 años te caíste y tienes una cicatriz en la rodilla debido a esa caída.-sonrió.
Quedé sorprendida. Si bien no son cosas privadas, nunca esperé que un completo extraño las supiera.
-¿Cómo es que sabes todo eso?- pregunté.
-Digamos que... yo soy un... soy tu... admirador secreto.
Reí. ¿Yo? ¿Un admirador secreto? ¡Sí, claro!
 -¿Qué pasa?-preguntó, sonriendo.
-Nada.- contesté, observándolo.
No podía dejar de verlo, era tan... tan... ¡tan! Sonreí.
 -¿Y qué haces aquí a esta hora?-pregunté.
-Vine a buscarte.
-¿A buscarme?- reí- ¿Y a dónde me llevarás?
-A un lugar donde estarás a salvo.
-¿A salvo? ¿De qué?
-Luego te digo, ahora debemos irnos.- dijo, extendiéndome su mano.
Lo miré, desconfiada.
 -Ya te dije que no te haré daño.- me sonrió.
Por motivos que desconozco, también sonreí. Tomé su mano y comenzamos a caminar. Sonreí, al pensar lo loco que sería que alguien conocido me viera caminando de la mano con un extraño a esas horas. Luego de caminar dos cuadras, se detuvo.
-Necesito que sostengas esto.- me dijo, extendiéndome su mochila.
La agarré. Era muy pesada. En una pared colocó un aparato extraño. Mientras él tecleaba yo lo observaba. Era increíblemente lindo, casi perfecto. Percibiendo mi mirada sobre él, se volteó a verme.
-Mayra...
-¿Qué?
Frunció el ceño y negó con la cabeza.
-Nada, olvídalo.
-Ok...- respondí, confundida.
Me acerqué a ver qué hacía. Estaba muy concentrado, tecleando números. Uno de los dígitos era 111298, igual a mi fecha de nacimiento.
-Toma mi mano.- me dijo, extendiéndomela.
La tomé. Presionó un botón en el aparato. Una luz me encandiló. Sentí que alguien me abrazaba. Correspondí a su abrazo, presa del miedo. Un fuerte sonido acabó con la luz. El escenario había cambiado totalmente. Ya no estábamos en aquella calle. Ahora nos encontrábamos en un edificio.
-¿Qué pasó? ¿Cómo llegamos hasta aquí?- pregunté, asustada, confundida y enojada, ya que no obtenía respuesta alguna.
-¡Respóndeme!- grité, golpeándolo.
Él me sujetó y me miró fijamente.
-Debo protegerte. Hay unas personas que quieren lastimarte. Mi deber es cuidarte, evitar que te dañen.
-¿Protegerme? ¿Quién te crees? ¿Un ángel?- reí.
-No, Mayra, no lo entenderías.- dijo, volteándose.
-¿Sabes qué es lo que no entiendo? ¿Cómo hiciste que llegáramos hasta aquí y de dónde sacas que quieren herirme?
 -No puedo explicártelo... no ahora. Debo ponerte a salvo. No tardarán en llegar.- tomó mi mano y tiró de ella.
-¿A salvo de qué?- pregunté, negándome a moverme. Clavó su mirada en mí.
-Escucha- me dijo-. Debo salvarte para acabar mi misión, no lo hagas más difícil de lo que ya es.
 -¿Tu misión? ¿De qué hablas?
 -Luego te explico, vamos.
-O me explicas ya, o te vas solo.
-Si no vienes te matarán.- Su expresión se volvió triste.
 Quedé impactada por sus palabras.
-Bueno... vamos.- dije.
-Gracias.- me sonrió.
Caminamos un buen rato por el edificio, en silencio.
-¿Por qué te importo tanto?- pregunté. Me miró.
-Porque... Porque debo acabar mi misión.
 -¿Qué misión?
-La que me fue asignada.
-¿Asignada? ¿Te asignaron cuidarme?
-Sí
 -¿Quién?
-El Asignante.
Reí.
-Sí, es redundante.- sonrió.
-¿Y por qué debes cuidarme?
-Ya te dije, me fuiste asignada.
 -Sí, pero, ¿por qué yo?
-Porque...- suspiró- Es muy difícil de entender.
Un largo silencio nos invadió mientras recorríamos el edificio. Llegamos a una puerta.
-No tardarán en llegar, debemos darnos prisa.- dijo- Entra.
Obedecí. Todo estaba oscuro. Encendí la linterna.
 -No la enciendas.- me dijo, quitándomela.
 -¿Y cómo quieres que camine, si no veo nada?
-Solo toma mi mano y cierra los ojos.
-¿Para qué? Si igual no veo nada.
-Para poder conectarme contigo.
 -¿Conectarte conmigo? ¿Estás loco?- reí.
-Solo ciérralos.
Confundida, los cerré. De un momento a otro, pude ver todo lo que me rodeaba con claridad. Estábamos en una gran habitación celeste. Había muchas máquinas, similares a las computadoras.
-¿Dónde estamos?- pregunté.
-En una de las oficinas del Edificio de Asignamiento. Aquí, en estas máquinas, están todos los archivos con la información de los asignados.
-¿Tienen un archivo con mi información?
 -Sí, es mi archivo.
Realmente estaba confundida. Llegamos a otra puerta
. -Debemos subir a la azotea.- dijo, abriendo la puerta. Del otro lado había una escalera. -¿Aquí no hay ascensores?- pregunté.
-No.- sonrió.
-¡Uf!
Rió. Comenzamos a subir.
 -Debemos darnos prisa- dijo, acelerando sus pasos.
-¿No vas a decirme por qué me quieren hacer daño?
-Sí. Escucha... así como existe el Edificio de Asignamiento, también existe la Agencia de Eliminación. Ellos atacan a los asignados, nuestro deber es mantenerlos a salvo. Desde que naciste te he estado protegiendo de ellos. Cuando un bebé nace, es asignado a un protector, tú me fuiste asignada a mí. Debo protegerte hasta que cumplas quince años, luego los Eliminadores ya no tendrán interés en matarte.
Luego de una pausa, agregó:
-No eres la única que ha pasado por una situación como esta.
 -¿Quieren matarme?
-Sí.
Mi cara se transformó en una mueca de horror.
-Pero no te preocupes, yo te protegeré.- dijo, al ver mi expresión.
Luego de un gran silencio, él preguntó:
-¿Por qué viniste conmigo? No es nada normal que un extraño se aparezca en tu casa, en la noche, y quiera llevarte con él.
 -No lo sé... algo en ti me inspira confianza.
 Se detuvo.
-¿Cómo crees que me llamo?- preguntó, sonriendo.
Lo miré, pensativa.
-No lo sé... eh... Daniel... Gabriel... Diego...
Su expresión se volvió triste.
-No, Mayra, ninguno de esos nombres es el mío.
-¿Y cómo quieres que lo sepa?
-Deberías saberlo. He estado toda tu vida a tu lado.
-¡Pero si nunca te he visto!
 -No necesitabas verme.- dijo, volviendo a caminar.
-Ya no entiendo nada.- comencé a seguirlo, nuevamente.
-Corre.
-¿Qué?
-¡Corre!- dijo, empezando a correr.
Un fuerte ruido en la planta baja me sorprendió.
-¡Vamos! ¡Corre!- me tomó la mano, arrastrándome tras de él.
Corrimos hasta llegar a la puerta que daba a la azotea. Apenas unos segundos después de atravesar la puerta, tres hombres armados nos rodearon.
 -¿Ellos son los que quieren matarme?- pregunté.
-Sí.
Uno de los hombres me apuntó. Él se puso delante de mí, para cubrirme. El hombre disparó, pero su cuerpo bloqueó el disparo.
-¡No!- grité, al ver la sangre brotar de su brazo perforado por la bala.
El hombre volvió a disparar, pero esta vez su puntería falló.
 -¡Mayra!- me gritó, mientras disparaba contra los hombres.-¡Busca en la mochila!
 -¿Qué busco?
-¡Un arma!
¿Yo? ¿Usar un arma? Busqué en la mochila. Saqué una gran pistola Una bala pasó cerca de mi cabeza.
-¡Ah!- grité.
 -¡Dispárales!
Yo no tenía ni idea de cómo utilizar un arma. Apunté a uno de los hombres y disparé. Como me temía, fallé. Uno de los hombres yacía en el piso, inmóvil. Él seguía disparando contra los tipos. Uno de ellos se me acercó.
 -¡Dispárale!
Yo estaba inmóvil, mirando al hombre, que me arrancó el arma de las manos. Intentó golpearme, pero esquivé su puñetazo. Una bala le rozó la oreja. El segundo hombre dejó de disparar y se dedicó a armar una especie de artefacto. El tipo me sujetó del cuello, imposibilitándome respirar. Una bala le dio en la pierna.
 -¡Ah!- gritó, soltándome.
 Corrí hacia el chico y me protegí detrás de él. El hombre del artefacto le gritó algo a su compañero.
 -Busca en la mochila una caja roja.
La busqué y se la di. Un fuerte ruido nos sorprendió. Provenía del artefacto. Un gran resplandor nos cegó.
-¡No!- gritó.
-¿Qué pasa?- pregunté.
Abrió la caja y presionó un botón. En seguida nos vimos envueltos en una especie de bola celeste.
-¿Qué es esto?- pregunté.
-Es un escudo. No nos protegerá mucho tiempo, así que escucha. Cuando el escudo desaparezca, deberás saltar de la azotea.
-¿Qué? ¡Ni loca!
-¡Por favor, confía en mi! No te pasará nada.
-Pero... ¿y tú?
-Yo estaré bien, te lo prometo.
-No te voy a dejar solo con esos hombres.
 -Mayra, debes irte.
 -¡No, Jonathan!
Me miró, atónito.
-¿Cómo me llamaste?- preguntó, sonriendo.
-Jo... Jonathan.
 -¿Por qué me llamaste así?
-No... No lo sé, me salió del alma.
 Sonrió. ¡Qué hermosa sonrisa!
-Así es como me llamo- hizo una pausa-. ¿Ves que sí lo sabías? Es porque he estado contigo siempre, Mayra, como ya te dije, desde que naciste.
 -Por eso el dígito del aparato que nos trajo aquí era mi fecha de nacimiento- dije.
-Sí- sonrió-. Ahora debes saltar, quedan 20 segundos.
-Pero, Jonathan, te matarán.
Se me acercó y pegó sus labios a los míos.
-Siempre estaré contigo, recuérdalo.- me dijo.
Dicho esto, el escudo desapareció. Él me empujó hacia el borde de la azotea.
-Salta.
Lo miré por última vez. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Salté. Mientras caías, esperaba que él llegase y me atrapase, pero, a medida que me acercaba al suelo, esta esperanza fue haciéndose cada vez más lejana. A pocos metros del suelo, cerré los ojos, preparándome para el impacto.
Desperté, sobresaltada. Ya era hora de levantarme, así que me dispuse a hacerlo. Luego de estar lista, esperé a que Paula pasara por mi casa para ir al liceo. El timbre sonó, haciéndome recordar mi tan extraño sueño.
Durante todo el camino hacia el liceo, mis pensamientos estuvieron volcados hacia el sueño.
-Paula, no sabes el sueño que tuve, fue tan loco- reí-. Era de un chico que me salvaba de... ¡Ay!
Alguien se había chocado conmigo, haciendo que mis libros cayeran al suelo.
-¡Lo siento!
-¡Perdón!- dijimos, al mismo tiempo.
Recogió mis libros y me los dio.
-En verdad lo siento.- me dijo.
-No hay pro...
Quedé petrificada al verlo.
 Era alto, castaños, de ojos marrones. Era lindo... y muy parecido a alguien que ya había visto.
 -Disculpa...- comencé a decir- ¿Cómo te llamas?
 -Jonathan- sonrió-. ¿Y tú?