Todos
estaban prestando atención a
Rodrigo que, con la caja aún en las manos, estaba explicando, como podía, lo
que había sucedido, mientras yo intentaba calmar a Lía.
Además de las fotos, la caja contenía un ojo. Sí, un
ojo humano que, a pesar de haber sido extraído de su correspondiente cuerpo,
seguía parpadeando.
En el momento en que todos se abalanzaron sobre
Rodrigo para ver el contenido de la caja, un destello de luz nos sorprendió a
todos. No sabíamos ni qué era ni de dónde había salido, hasta que levanté la
vista y la vi; en la lámpara que colgaba del techo de la sala había una cámara.
Dado que no estaba tan alta, Sergio pudo alcanzarla. No era muy moderna, pero
contenía muchos vídeos y fotos, nuestros y de personas desconocidas.
Miramos algunos y en verdad me arrepentí de haber
aceptado la invitación de mi primo. Vídeos de personas siendo torturadas,
decapitadas, mutiladas y muchas cosas más, todas sucedidas en la misma casa en
donde nos encontrábamos, solos, desprotegidos y aterrorizados.
A nuestras espaldas, la puerta de entrada se cerró
estrepitosamente, causando aún más miedo. Una sonora carcajada proveniente del
piso de arriba nos estremeció.
Bruno, Ismael, Yoel y Sergio subieron y tal fue su
sorpresa al descubrir de dónde provenía la siniestra risa.
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