Luego de
almorzar le pedí la caja a Rodrigo. Era negra y pequeña.
Intenté
abrirla, pero no pude. Le pedí ayuda a Lía, que sí pudo abrirla.
Había una
serie de fotos que no fueron reconocidas en el primer momento, pero luego de
determinada observación un escalofría nos recorrió el cuerpo.
Lía
comenzó a gritar, mi rostro palideció y
me sentí mareada.
Rodrigo
reía como un loco al ver nuestras expresiones.
-¿Qué hay
ahí que ponen esas caras? - preguntó.
No hubo
respuesta.
Lía salió
corriendo y, olvidándose de la alfombra que se encontraba al borde de la
escalera, tropezó y rodó por los escalones.
Rodrigo
corrió en su ayuda mientras yo seguía presa del terror.
Al sentir
aquel escándalo vinieron los demás.
Los chicos
ayudaron a Lía, que lloraba. No estaba segura si era por miedo o si era por
dolor.
La sentamos en unos de los sillones y la
descalzamos. Su tobillo no parecía humano por la hinchazón. Se había torcido el
tobillo.
Cuando Lía
estuvo más calmada, les mostré las fotos a los demás. Todos quedaron
asombrados, menos Rodrigo que era escéptico.
Las fotos
que contenía la caja eran nuestras. Pero no eran fotos comunes, habían sido
tomadas en aquella casa, algunos
desempacando, otros dormidos. No sabíamos cómo ni cuándo fueron posibles ser
tomadas aquellas fotografías, ninguno de nosotros había llevado cámara.
Pero eso no fue lo que
nos realmente nos asustó.
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