El siguiente relato fue extraído del blog "Cuentos y reflexiones para la vida", aprovecho ya la oportunidad para recomendarles este hermoso sitio web en donde encontrarán muchas lecturas de este tipo, ¡vale la pena visitarlo!
Un poderoso rey encontró finalmente el amor. Su joven esposa
tenía todas las condiciones que un hombre pudiera desear en la vida. Además de
ser hermosa y atractiva, era alegre y entusiasta, con un corazón amoroso
siempre abierto a ayudar a los demás. El amor fluía entre ellos como en pocas
ocasiones se había visto.
En los actos protocolares ella caminaba orgullosa a la par
del rey. Muy alagado el monarca pensaba: “Cuánto me quiere. Ella sabe que el
protocolo indica que debe permanecer detrás de mí, que mis súbditos pueden ir a
prisión si no hacen eso, sin embargo ella me ama tanto que siempre quiere estar
a mi lado”.
En cierta ocasión, ella se disponía a comer una manzana. Era
la última que quedaba y tenía un brillo que la hacía realmente apetitosa. En
eso llegó el rey y al ver aquella fruta resplandeciente manifestó su deseo de
comerla. Ella lo miró con dulzura, le dijo que era la última que quedaba pero
que no tenía problema en compartirla. Tomó un cuchillo, la cortó en dos y de
inmediato le ofreció una de las mitades a su esposo. El monarca pensó: “Cuánto
me quiere. Ella es capaz de compartir lo que sea conmigo. Que suerte he
tenido”.
Pasaron unos años antes que se presentaran problemas en la
pareja. Tras un fuerte altercado, ella se retiró del amplio salón en el que
discutían, dejando al Rey solo. De inmediato el soberano mandó a llamar a su
consejero para quejarse amargamente de su esposa.
- Ella nunca me quiso – decía lleno de rabia -, cada vez que
tenemos un acto protocolar es incapaz de permanecer detrás de mi, siempre se
pone a mi lado y olvida que yo soy el monarca y que nadie puede ponerse a la
par del rey. Es una insolente, no me ama, no respeta la dignidad de mi
majestad. Lo que siempre quiere es brillar ella por encima de mí.
- Pero su majestad – alcanzó a decir el consejero.
- No me interrumpa – gritó el rey –. Definitivamente ella
dejó de amarme hace mucho tiempo. Recuerdo aquella vez que llegué hambriento,
solamente había una manzana y ella fue incapaz de dármela. Lo único que alcanzó
a hacer fue cortarla en dos y darme el trozo más pequeño. Que insolencia,
tratar así al Rey, ¿no se da cuenta que ella es sólo un súbdito? He mandado a
cortar muchas cabezas por mucho menos que eso.
Y las quejas continuaron por mucho tiempo…
Un hecho puede ser
visto desde distintas perspectivas por una misma persona dependiendo de su
estado de ánimo y/o de la condición emocional en que se encuentra. ¿Cuántas
veces hemos dejado que un pésimo estado de ánimo o una mala actitud mental
desvirtúe la belleza, las virtudes y las bondades de quienes tenemos a nuestro
lado?
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